La guerra en el norte de Siria / Rojava está exacerbando la crisis ecológica en el Medio Oriente. Pero al mismo tiempo ofrece la oportunidad de revelar las conexiones entre el imperialismo y la destrucción de la naturaleza y de unir las luchas por la ecología, la democracia radical y la paz; una oportunidad de aprender los unos de los otros y de llegar internacionalmente a una movilización nueva y más amplia contra el régimen de Erdogan y la amenaza de guerra en Rojava.
Desde que en Suecia la colegiala Greta Thunberg, junto con primero cientos, y luego miles de compañeras, comenzaron una huelga escolar todos los viernes para protestar contra la destrucción de la naturaleza y el cambio climático provocado por el hombre, una ola de protestas ha atravesado el mundo. Este es el movimiento de protesta ecológica más amplio desde hace muchos años. Está marcado por actos de desobediencia y un rechazo profundo a seguir mirando pasivamente. Las protestas son una respuesta a la crisis climática global y reflejan claramente la creciente conciencia de una nueva generación. Al principio las protestas fueron pequeñas, pero siguen creciendo, de viernes a viernes.
La naturaleza se sacrifica por el crecimiento económico, por el capitalismo y por el beneficio de algunas personas ricas, dice Greta antes de la conferencia climática de la ONU. El video de su discurso la ha hecho famosa. Ella tiene razón. Hay una guerra mundial que se libra por los recursos, con perdedores y ganadores, una guerra que se lucha entre las grandes potencias mundiales y una guerra contra la naturaleza. Se trata de controlar el agua, la extracción de arenas petrolíferas y tierras raras, la producción de uranio, la emisión de gases de efecto invernadero y sobre quién debería pagar la lucha contra el cambio climático. Hay piezas del rompecabezas que a menudo se ven por separado, pero conectan a personas de todo el mundo. Solo para dar algunos ejemplos, desde las personas que viven de la pesca en el Mekong, uno de los ríos más largos de Asia, cuya tierra natal está amenazada por represas del estado Chino, hasta la población indígena de Chile, cuya tierra natal viene destruyéndose poco a poco por excavadoras y motosierras.
Arriba y abajo
Pero incluso si la crisis ecológica es global, no todas las personas se ven afectadas por igual. Si bien las decisiones sobre nuestro mundo las toman principalmente los ancianos en las oficinas de empresas y gobiernos, los niños y jóvenes de hoy son los que tendrán que vivir con las consecuencias. La cuestión ecológica también corre entre arriba y abajo. Entre el norte y el sur global. Y entre las clases de los grandes terratenientes, los ricos y los capitalistas, por un lado, y los trabajadores, empleados y agricultores, por el otro.
Nada deja esto tan claro como el cambio climático: los intereses de los comités de gestión de las compañías de carbón son incompatibles con los intereses de gran parte de la humanidad. El beneficio de uno significa la ruina del otro. La crisis ecológica no se puede resolver sin plantear la cuestión del sistema. También se trata de democracia, comunalismo o centralismo, como puede verse, por ejemplo, en la producción de energía. Las plantas eléctricas que generan energía a partir de la fusión nuclear, las grandes represas y las líneas eléctricas son siempre una expresión de los sistemas gobernantes centralistas. La política energética que se discute en todo el mundo muestra que la crisis ecológica solo puede resolverse mediante la descentralización. En el mejor de los casos, tiene como objetivo la autosuficiencia y la autonomía. Un sistema municipal de suministro y desecho.
Además, y tal vez especialmente en el Medio Oriente, las conexiones entre la opresión ecológica y social son obvias. La explotación del petróleo por parte de corporaciones transnacionales y estados imperialistas, enormes represas que conducen a la desertificación de regiones enteras y la contaminación por armas químicas para la guerra son solo algunos ejemplos. Incluso en algunas partes del Medio Oriente, en respuesta a esta destrucción de la naturaleza, un movimiento ecológico ha crecido en los últimos años, todavía un movimiento pequeño, pero capaz de plantear las preguntas relevantes.
Ecología en Rojava
La ecología es uno de los pilares ideológicos de la revolución democrática radical en Rojava. Esta revolución fue desde el principio ecológica, con el objetivo de generar una agricultura descentralizada y diversa, con un suministro de energía sostenible y un modo de producción que no explota ni destruye la naturaleza, sino que está en armonía con ella. Esto se logrará mediante la amplia autosuficiencia de los municipios y un sistema de cooperativas, que son controladas por los trabajadores. En la actualidad, gran parte de la agricultura ya está organizada colectivamente, y también en los demás sectores económicos, la participación de la economía cooperativa está aumentando en comparación con el modo de producción capitalista. De este modo, Rojava se ha convertido no solo en una esperanza para la libertad de las mujeres en la región y en una coexistencia pacífica y democrática de diferentes pueblos, religiones y culturas, sino también en un sistema económico que va más allá de la orientación hacia la ganancia y la competencia.
La difícil situación económica, los embargos y la constante confrontación militar han hecho que la ecología en Rojava a menudo permanezca solo como una idea abstracta, pero ya se han hecho algunos comienzos: la agricultura se ha convertido cada vez más de monocultivos a una rotación diversificada de cultivos en los últimos años para conservar el suelo y prevenir la extinción de especies. Se estableció un sistema de eliminación de residuos, se colocaron algunas áreas bajo conservación natural y se desarrolló una conciencia ecológica en la sociedad a través de la educación y las medidas prácticas. También existen programas de reforestación en los que ya se han plantado decenas de miles de árboles. La reforestación también está siendo impulsada por nuestra campaña Make Rojava Green Again.
Entonces, la idea de una sociedad ecológica en Rojava está relacionada con proyectos prácticos que en el futuro no solo ayudarán a las personas a vivir en la región a pesar del cambio climático y los desafíos ecológicos, sino que también mostrarán cómo una sociedad puede vivir en armonía con la naturaleza.
Sobre todo por el problema del suministro de agua, hay una necesidad urgente de encontrar respuestas en el norte de Siria y en el resto del Medio Oriente. Los agricultores de la región siempre han dependido del agua de los ríos Éufrates y Tigris, que fluyen desde el norte, desde el territorio del estado turco hacia Rojava. El estado Turco está usando esto, ya que el estado sabe que quién controla el agua, también controla la vida. El estado turco construye grandes proyectos de represas como el de Hasankeyf en la parte de Kurdistán que está bajo ocupación, por lo que el nivel de agua de los ríos más importantes abajo del caudal continúa cayendo. Regiones enteras se están abandonando, no solo en Rojava, sino también en Irak.
La reforestación puede evitar que el suelo se seque. Y al diversificar la agricultura, el consumo de agua ya se ha reducido. Pero una cosa es cierta: con la política de escasez de agua artificial del estado turco, los problemas para la naturaleza y la agricultura serán aún más críticos.
La guerra contra la naturaleza
La frágil semilla del despertar ecológico en Rojava está amenazada por la guerra de Erdogan. La ocupación de Afrin y las décadas de guerra en el Kurdistán del Norte muestran que las guerras del régimen turco se dirigen deliberadamente contra los sustentos de vida ecológicos de la población, ya que los bosques se incendian sistemáticamente y las tierras agrícolas se destruyen. Lo que se aplica al Kurdistán, se aplica a todo el Medio Oriente: las guerras se cuentan en muertes, heridos y daños económicos, pero sobre naturaleza destruida apenas se habla.
Un ejemplo es la invasión de Irak en 2003: durante la ocupación de Irak por el ejército estadounidense, se encendieron cientos de campos petroleros. Los bombardeos terrestres golpearon plantas industriales como refinerías, ductos, fábricas de productos químicos y fertilizantes, represas y plantas eléctricas. Toneladas de municiones de uranio disparadas todavía contaminan el agua, el suelo y los alimentos, y la tasa de cáncer está aumentando. Y no solo las personas sufrieron la contaminación del aire y el agua, sino que también murieron cientos de miles de ovejas y decenas de miles de camellos.
En Siria, surge una imagen similar: durante la guerra, los campos petroleros se incendiaron repetidamente y varios beligerantes utilizaron armas químicas como el sarín o armas incendiarias como el fósforo blanco. Hubo ejemplos interminables de la conexión entre el imperialismo, la guerra y la destrucción de la naturaleza. En el libro “Make Rojava Green Again”, que ya se ha publicado en inglés, italiano y alemán, detallamos más está situación.
Unir las luchas
Ahora el régimen AKP-MHP de Erdogan planea extender la ocupación del norte de Siria. Esto no solo destruiría los proyectos ecológicos iniciados, sino que amenazaría la destrucción de un concepto social alternativo y la destrucción de la esperanza por una coexistencia pacífica, solidaria y ecológica en el Medio Oriente. Esta es la razón por la que cada vez más activistas de la ecología se unen a las protestas contra Erdogan y sus partidarios occidentales en los negocios y la política. Más recientemente, hace aproximadamente un mes, numerosos grupos de ecología de Europa, Canadá, Estados Unidos y otros países respondieron al atractivo ecológico de la campaña Make Rojava Green Again y el Movimiento de Ecología de Mesopotamia a los Días de Acción Mundiales el 27 y 28 de Enero y apoyaron las protestas.
Los Días de Acción Mundiales son un paso en la dirección correcta: debemos convertir la resistencia contra la amenaza militar de agitación democrática en Kurdistán y el noreste de Siria en una ofensiva y un fortalecimiento de la cooperación entre fuerzas ecológicas, feministas, anticapitalistas y otras fuerzas progresistas. Con este fin, debemos llevar nuestro compromiso en contra de la guerra y nuestra resistencia a las corporaciones y los gobiernos que apoyan a Erdogan en las luchas ecológicas de estos días. La próxima buena oportunidad para esto es la huelga climática global del 15 de Marzo.